Escapar de casa a los 17 años no fue fácil, pero admitámoslo, nada antes, ni en
los diez años transcurridos desde entonces, ha sido fácil para mí.
Y me va bien. Más o menos. Solo tengo que seguir arreglándomelas, viviendo bajo
el radar.
Manteniéndome fuera del camino de la gente, fuera de la mente de la gente.
Así que cuando un hombre atraviesa la puerta abierta de mi patio, entrando
atrevidamente en mi casa, y en mi vida, debería estar asustada. Atemorizada.
Aterrorizada.
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