Carson
Mi alma estaba condenada desde el principio. Ningún tipo de arrepentimiento
podría salvarla, y sería una broma de mal gusto siquiera intentarlo.
No había Dios para mí. Sólo existía el infierno. Un infierno al que me he
acostumbrado bien, por la mano salvaje que la vida me había repartido.
Mi destino estaba sellado mucho antes de venderlo a La Cosa Nostra. La
violencia y la destrucción eran todo lo que conocía. Todo lo que anhelaba. Era
lo que alimentaba al monstruo que llevaba dentro y que encarnaba mi alma, y
dejaba a innumerables hombres a mi merced.
Sabía que llegaría un momento en el que finalmente tendría que pagar por todos
los pecados vengativos que había cometido. Lástima que tuviera que ser ella la
que pagara el precio.
Alayna
Era el segundo al mando de mi padre. Enviado con el único propósito de
protegerme de nuestros enemigos. Yo no lo sabía entonces, pero no era de
nuestros enemigos de lo que necesitaría ser salvada... era de él de lo que
necesitaba.
Capturó lo único que mis enemigos no podían robar: mi corazón, y según los
estándares de mi padre, eso era un crimen castigado con la muerte a los ojos de
la mafia italiana.
No era cuestión de si nos atraparían, sino de cuándo, pero ¿quién se atrevería
a intentar salvarme de un hombre que ya no tenía nada que perder? ¿Y realmente
quería ser salvado?
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