Juro que no era mi intención coquetear con el mundialmente famoso Brayden
Clarke, especialmente en medio de una entrevista de trabajo. Fue un desliz, o
tal vez una reacción instintiva a sus cautivadores ojos y su sensual y profunda
voz.
Para mi sorpresa, me dan el trabajo. Mi tarea es sencilla: asesorar a Brayden y
a su banda sobre cómo comunicarse mejor con sus fans. Parece pan comido.
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