Creo que puedes ser feliz y no saberlo.
También creo que puedes ser infeliz y no darte cuenta de que lo eres.
Yo no estoy seguro de qué era. O de qué sentía. Solo sé que mis días se habían
convertido en una sucesión de grises en los que me movía sin ser consciente
siquiera de hacerlo en blanco y negro.
Hasta que llegó Dany.
Dany y su forma de tocar el ukelele.
Dany y su vida en rosa.
Dany y su afán constante por coleccionar momentos.
No la vi llegar. Mi hermano Kai tampoco. Puede que por eso nos arrollase a
ambos.
Nos regaló algo que no sabíamos que necesitábamos.
A mí, algo tan inmenso como una amiga. A él, el recordatorio de que, a veces,
el amor puede salvarnos.
A ambos, una vida llena de color.
Pero me estoy adelantando.
Déjame que empiece por el principio: me llamo Akela, tengo dieciocho años,
algunos monstruos que me atormentan y esta es mi historia.
Dany me veía, imperfecto, quebradizo, y fuerte a pesar de todo. Por eso nunca
intentó cambiarme, porque no creía que hubiese nada que cambiar, solo mucho que
dejar salir.
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