A veces para curar tu alma rota solo hacen falta unos besos con sabor a
confianza.
Lariel nunca imaginó que cuando asistiría a aquella fiesta benéfica en el
Waldorf Astoria en lugar de sus padres su vida cambiaría para siempre.
De ser una niña mimada que lo tenía todo —una carrera, una familia estupenda,
un prometido guapo y con dinero, y un futuro prometedor en el mundo de la
música— pasó, en cuestión de horas, a ser la esclava sexual de un depredador,
un loco, un asesino, que no dudaría en usarla una y otra vez para su placer, en
nombre de un amor sucio y corrupto.
Jassmon no podía creerlo.
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