Wendy no podía creer que hubiera acabado en comisaría.
¿Cuándo se habían torcido tanto las cosas?
Ella solo había conocido a Hank. Más conocido como Corazón de hierro, el
guitarrista de una de las bandas de rock más conocidas del momento. Entrar en
su vida había sido de una forma peculiar, pero no tanto como para haber acabado
detenida.
—¿Entonces no estrelló un coche valorado en tres millones de dólares? ¿Y
tampoco tiró a la piscina una colección de relojes por valor a seis millones?
Además, los testigos dicen que salió con un palo de grandes dimensiones al
grito de… Déjeme mirarlo para ser exacto— pidió el agente revisando sus notas—.
«Voy a romperte las piernas, niñato infantil, petulante, estúpido, creído y
mimado».
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