Eric O'Shea debe decidirse. El evento anual al que su familia le obliga a
participar desde hace años está próximo y no tiene acompañante.
Eric no necesita ayuda para encontrar un hombre. Pero ésta es una situación
diferente porque también asistirá su ex con su nuevo novio, y Eric no puede
llevar a uno de los chicos con los que suele salir.
Su única opción parece ser él: el mejor amigo de su mejor amigo, al que nunca
ha querido conocer.
Sean Quinn es un hombre educado, tranquilo y reflexivo; un hombre que prefiere
quedarse en casa leyendo a perder el tiempo en citas sin futuro.
Sean no siente la urgencia de encontrar un hombre y, ciertamente, no tiene
intención de salir con Eric, el otro mejor amigo de su mejor amigo al que lleva
años evitando conocer.
Sin embargo, Sean tiene un gran defecto: es incapaz de decir que no a nadie, y
mucho menos, si quien le pide un favor es su amigo Jake, que tiene la pésima
costumbre de meterse en la vida de los demás.
Después de todo, sólo se trata de una cita, de una farsa.
Lástima que cuando Eric vuelve a necesitar a Sean, éste sea incapaz de negarse;
y lástima que cuando Sean empiece a comprender que Eric no es lo que parece, no
consiga retirarse sin salir herido.
Veintiún días: ese es el trato.
Veintiún días de manos que se rozan, de miradas furtivas y besos inesperados.
Veintiún días en los que todo está permitido, excepto enamorarse.
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