Lolo ya no está, y es un dolor que Ana no logra poner en palabras. Como una forma
de abrazarse, dibuja en su libreta y esboza poemas al ritmo de la música que
suena en sus auriculares. Una fuerza desconocida la empuja hacia adelante, a
pesar de todo. Pero los recuerdos la siguen despertando por las noches y
durante el día se encuentra soñando con volver a ver esos ojos enormes. Hasta
que una puerta se abre, y del otro lado el corazón de Ana vuelve a latir.
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