Solían llamarme «el gran Mad Maddox». Mi nombre era aclamado por miles de
gargantas eufóricas que me llevaron hasta la cima del balonmano. Pero cuanto
más arriba estás, más dura es la caída. La mía tuvo lugar durante un partido
decisivo.Un salto, una jugada maestra y una lesión que me obligó a abandonar mi
carrera.
Sin embargo, el mismo deporte que me puso la zancadilla, me tendió la mano para
volver a levantarme, aunque no de la forma deseada. Tuve que empezar de cero,
como un desconocido e inexperto entrenador infantil. Nada me hacía presagiar
que lo que yo creía un fracaso, se convertiría en una de mis mejores jugadas.
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