Cristina
Solía tener un control absoluto de mis emociones. Eso era lo que me hacía tan
buena en mi trabajo. Era una persona calculadora, con pulso firme y puntería
aguda, y, sinceramente, estaba orgullosa de ello.
Pero me movía por la vida en piloto automático, como una máquina que había
olvidado para qué fue construida. Creía que era feliz. Resulta que solo estaba
entumecida. No tenía idea de cuánto mi pasado se aferraba a mí, cómo susurraba
en cada pensamiento, retorcía cada sentimiento, ensombrecía cada decisión.
Creía que tenía todo bajo control. Pero en el fondo, me estaba ahogando. Lenta
y silenciosamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario