Desde muy pequeña supe que era diferente a los demás, y durante mucho tiempo me
hicieron creer que ser diferente era motivo de vergüenza. Mi forma de actuar y
de hablar me metía en problemas casi todos los días, pero no podía hacer nada
al respecto. Aprendí a aceptar que estaba hecha así.
Hasta que llegó él.
Hasta que el jefe de una de las organizaciones criminales clandestinas más
antiguas y poderosas de Estados Unidos me mostró que hay belleza en mi rareza.
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