Sólo la curiosidad más maldita podía obligar a Fredrick Smith a buscar la
verdad sobre el padre que le abandonó. Y sólo una tormenta torrencial podría
obligarle a parar en una posada de camino. Pero qué tesoro encuentra allí: una
belleza de pelo negro cuya monótona vestimenta no puede disimular su latente
sensualidad. Y pronto la necesidad más apremiante de Fredrick es derretir la
gélida reserva de la señora Portia Walker, y hacerla sonreír, suspirar y gritar
de placer…
Y un beso que tentaría al diablo…
Desde el momento en que Fredrick entra en la posada de Portia -la ropa mojada
pegada a los músculos lisos, los rasgos angelicales, los ojos grises
brillantes-, ella es plenamente consciente del peligro que representa. Portia
estuvo a punto de arruinarse una vez y juró que ningún hombre volvería a
controlar su destino. Pero las promesas no son rival para un deseo que podría
ser pura locura… o la dicha más exquisita…
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