De niña, Jill Garrison nunca había soñado despierta con la boda perfecta. Había soñado con tener un bebé. Niño o niña, daba igual. Desgraciadamente, su prometido no podía tener hijos. Jill estaba decidida a cumplir su sueño y pasó años buscando una compañía (CryoCorp) que ofreciera donantes de esperma de calidad. Todo iba bien en la vida de Jill hasta el día de su boda, cuando el novio la dejó plantada en el altar, humillándola delante de su familia y sus amigos. Jill no perdió tiempo en mudarse de Nueva York a California para empezar una nueva vida. Y mantuvo su cita con CryoCorp. Si tenía que quedarse sin boda y sin marido, nada le iba a impedir tener un bebé. Estaba cansada de que todo el mundo le dijera lo que tenía que hacer. Su niño sería suyo y solo suyo. Eso no podría quitárselo nadie.
¿O sí?
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