Hace un año, el chico de al lado fue capturado como prisionero de guerra. El
chico cuya ventana da a la mía. El compañero de patio que me vendaba las
rodillas despellejadas. El enamoramiento de la infancia que me mantenía
despierta por la noche, preguntándome si alguna vez sería mi novio. El héroe
del pueblo al que le escribí interminables cartas después de que se embarcara.
El encantador chico de ojos verdes que me prometió un beso el día que cumplí
dieciocho años. Y ahora, está en casa. Pero no volvió como el chico que una vez
conocí. Ahora es un hombre, uno con demonios que no puedo comprender. El
soldado dañado sigue diciéndome que ya no soy suya.
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