«Un vestido muy bonito», dice rodeándome la cintura con sus manos y aprisionándome contra la pared.
«Pero prefiero verlo en el suelo.»
Sí, lo confieso. Cuando le tire el café encima a mi jefe en mi primer día de trabajo, no fue la mejor de las presentaciones. Pero eso no le da a Tyler Ahsland el derecho a tratarme como a su esclava.
A este multimillonario CEO le gusta mandar y tener el control.
Me pide que vaya a su oficina fuera de horario. Con la puerta cerrada.
Solo sabe de disciplina y obediencia. En todos los sentidos.
Quiere jugar con mi cuerpo y provocarme hasta caer de rodillas y suplicarle y llamarle señor.
Tiene un corazón intocable. Sus secretos y su pasado son como una fortaleza imposible de penetrar.
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