Una mujer descarada conoce a un mafioso encubierto.
Ella está atrapada en casa, pasando las vacaciones sola. Él está luchando
contra un enemigo invisible.
Mackenzie.
Pensaba que era un vecindario tranquilo, con bonitos adornos navideños y sin
villanos. Pero me equivoqué.
Cuando un apuesto desconocido aterriza en mi balcón, vestido con un traje de
Papá Noel -o lo que queda de él-, creo que es una broma.
Una broma que acabó mal.
Así que cojo mi móvil y empiezo a hacer fotos.
Lo que no sé es que estoy a punto de meterme en un buen lío cuando el
desconocido me pide que le entregue mi móvil.
Con un motivo oculto y un ánimo vengativo, el hombre tiene una cuenta pendiente
conmigo por intentar hacer unas fotos y enseñárselas a mi mejor amiga.
Mi humor dura poco, ya que él se abalanza sobre mi cámara y cae sobre mí,
rodando conmigo.
Una cosa lleva a la otra y, en poco tiempo, me hace una propuesta que no puedo
rechazar.
Sin un duro, buscando trabajo activamente y con talento para jugar a ser
detective, no tengo ningún problema en vigilar a mi vecina a cambio de algo de
dinero. Lástima que no tengo ni idea para quién estoy trabajando.
El dinero es bueno y mi nuevo jefe me cae bien, y antes de darme cuenta, nada
puede separarnos.
Ni su problemático pasado ni mi desconfianza natural hacia los hombres.
Pero las cosas son más complicadas que eso.
Callan.
Estoy demasiado furioso para pensar con claridad. Un timador me está robando y
me tiene mareando la perdiz.
No se trata solo de atrapar a un ladrón.
Se trata de encontrar al hombre detrás del robo y asegurarme que no es la misma
persona que inició una guerra hace unos años y destruyó a parte de mi familia.
No me detendré ante nada para encontrar al responsable de esto cuando una
morena guapa de ojos ardientes cree que tomarme fotos colgando del balcón de su
vecina es una gran instantánea de la vida.
Para ser sincero, no necesito más pruebas incriminatorias y no soy un hombre
que se distraiga fácilmente, pero no puedo decir que su actitud no me divierta.
Es dulce y atrevida, pero tener a una mujer como ella en mi vida es mucho
pedir, por no hablar del peligro al que se expone.
Por ahora, ella me hace recados y yo la protejo desde las sombras. A veces soy
gruñón y difícil de complacer, pero tengo mis razones. Excepto eso, soy un buen
jefe.
Y en el fondo, solo soy un hombre que quiere encontrar a alguien con quien
hablar de su vida real.