Asegura que no me desea, me lo ha repetido tantas veces que he llegado a
creérmelo. No le gusto ni un poquito y, a decir verdad, a mí me resulta
repelente. Tiene absolutamente todo lo que odio en un hombre y un poquito más,
de eso que tienes ganas de tirarle algo a la cabeza «sin querer», solo que te
tomas tu tiempo en apuntar y aplaudes si aciertas.
¿Entonces? ¿Cuál es el problema?
El problema es que lo busco y me responde, me busca y yo le contesto, sin
importar la cantidad de veces que asegure que no volveré a caer. Mi cuerpo me
traiciona necesitándole e, incluso mi mente, cada vez que toma el control, se
lo imagina acercándose y tomando mis labios como si fuese el dueño de ellos.
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