«Mi hermano me quitó a mi mujer, yo me quedaré con la suya».
Cuando la fichó, supo que la muerte no era suficiente castigo; iría por su
novia.
Alaska Wells llevaba una vida normal y estaba a punto de casarse. Lo que no
imaginaba era que aquel auto que la transportaba no iba rumbo a la iglesia,
sino a un aeropuerto. Había sido vendida al demonio vivo por deudas de sangre.
El juego estaba sobre la mesa: obtendría su libertad al precio que fuera
necesario, aunque ello implicara aceptar las más oscuras peticiones del líder
de la mafia griega. Noventa días siendo su esposa y amante por las noches.
Sin imaginar que aquel hombre siniestro no solo era un asesino, sino pura
candela capaz de cambiar sus propias reglas.
La mafia no olvida a sus enemigos; se cobra las deudas. Su hembra por la mía.
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