Anna Green creía que se iba a casar con Liam «West» Weston tan solo para poder
acceder a un apartamento familiar subvencionado mientras estudiaba en UCLA.
También creía que había firmado los papeles del divorcio tras lanzar los
birretes al aire y separar sus caminos.
Tres años después, Anna es una artista muerta de hambre que vive al día
mientras West es profesor en Stanford. Puede que sea uno de los cuatro
herederos del conglomerado Weston Foods, pero tiene poco interés en trabajar
para la despiadada empresa que su familia ha creado desde cero, aunque sí le
interesa su herencia de cien millones de dólares. Solo hay un inconveniente.
Debido a una cláusula anticuada del testamento de su abuelo, Liam no verá ni un
céntimo hasta que lleve cinco años felizmente casado. Justo cuando cree tocar
el premio con la punta de los dedos, su familia aumenta la presión para que le
presente a su misteriosa esposa, así que no le queda otra opción que recurrir a
la única persona que teme presentar a sus padres: su extravagante y no tan
exesposa.
Sin embargo, una vez que se han reunido con su familia, Liam tarda poco en
pasar de preocuparse por si la enérgica, malhablada y manchada de pintura Anna
será capaz de interpretar el papel a si el mundo tóxico de la riqueza acabará
corrompiendo a alguien tan puro de corazón como su esposa, profundamente leal y
con los pies en la tierra. Liam tendrá que preguntarse si merece la pena perder
el amor verdadero que ha surgido de su mentira para mantener la endeble
tapadera que han creado o no.
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