EL JEFE
Mis días suelen ser una mezcla meticulosa de control y previsibilidad, regida
por un principio básico, fundamental y simple, que la propia experiencia me ha
enseñado: no mezclar trabajo y placer.
Hoy por hoy diría que funciona, sino fuera por la rubia de porte elegante,
torbellino de energía, caótica e impulsiva de mi asistente personal, que de un
tiempo a esta parte insiste en liármela, hasta el punto de hacerme saltar a la
torera el principio de marras.
LA ASISTENTE
Moreno, casi dos metros de puro músculo, guapo a rabiar, amable, simpático,
complaciente… ¿Te tirarías a la piscina por él? Yo sí lo haría, de no ser por
el pequeño inconveniente de que es mi jefe y si algo tengo más claro que el
agua, gracias a mis incesantes tropezones, es no mezclar trabajo y placer.
Vale, tal vez en alguna ocasión haya hecho la vista gorda, que la menda puede
estar llena de manías, pero a nadie le amarga un bomboncito.
Una historia llena de pasión, humor y dilemas personales, en la que los
protagonistas descubrirán que, a veces, romper las reglas puede ser el único
camino hacia la verdadera felicidad.
¿Las romperán?
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