Algunas decisiones tienen consecuencias imprevistas…
No hay nada como tener una entrevista de trabajo muy importante y que mi blusa
acabe con una mancha enorme de cerezas y un hombre me pille semidesnuda porque
me he metido en el probador equivocado y acabemos a grito pelado.
La guinda del pastel es que cuando llego a la oficina, quien me entrevista es
él, el hombre del probador. Al parecer, la junta ha obligado a Merrick, tan
borde como atractivo, a contratar a un psicólogo para evitar el alud de
demandas y renuncias de los empleados, y él no quiere, así que ha decidido
elegir al candidato menos competente. Y me da el trabajo ¡a mí! Pero estoy
decidida a demostrar que merezco el puesto. Solo tengo que evitar distraerme
por el camino…
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