Tenía grandes planes cuando volví a casa, a mi pequeña ciudad, pero entre ellos
no figuraba que un jugador de hockey retirado se interpusiera en mi camino.
La última persona con la que quería arreglar la casa de mis sueños era un
hombre mayor y guapo, con mucho dinero, que me la comprara.
Pero gracias a mi padre, eso es exactamente lo que pasó. Colton Crawford estaba
convirtiendo mi casa en un hogar y yo estaba de vuelta en la habitación de mi
infancia, intentando no pensar en el imponente y guapísimo Adonis de sonrisa
asesina... y en lo mucho que lo odiaba.
O al menos eso intentaba decirme a mí misma.
Porque cuanto más tiempo pasábamos juntos entre el polvo y los escombros, menos
importaba nuestra diferencia de edad.
Y más chispas saltaban.
Colton estaba acostumbrado a marcar en el hielo, y después de que una extraña
tormenta nos dejara compartiendo una pequeña cama en su caravana de metal, el
calor que ardía entre nosotros era lo bastante ardiente como para quemarnos a
los dos.
Pero justo cuando pensaba que mi nuevo vecino sexy no era tan malo, la vida
real llamó a mi puerta y nos recordó lo que habíamos dejado atrás.
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