Fue el protagonista de mis fantasías desde que apenas era una adolescente. Solía
mirarlo y soñar con él cada vez que se reunía en casa con mi padre, su mejor
amigo.
Sí, me dobla en edad, pero eso no era un impedimento ante el deseo que sentía
por él.
Y ni hablar de la admiración.
El hombre era un tiburón en los negocios, con una mente brillante. Su
presencia, su carácter y su increíble físico superaban con creces a cualquier
chico que yo alguna vez hubiera conocido. Por supuesto, todos quedaban en
pañales a su lado.
Era justamente eso lo que me atraía.
Por capricho de mi padre, tendría la oportunidad de trabajar para este hombre
como su asistente personal. De alguna manera, pensaba que esta experiencia le
serviría a su loca y descarrilada hija a conseguir un propósito en su vida.
Pero lo que no se imaginaba, era que aprendería mucho más que a captar
inversores y cerrar los mejores acuerdos.
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