Clara se ha comportado toda su vida como la chica buena e introvertida que
todos los adultos le enseñaron que debía ser. Hasta que cumple 18 años y su
madre se va a vivir 2 meses a sudamérica por trabajo, dejándola sola en casa
con sus abuelos a 15 minutos de distancia.
Y es que Clara nunca ha tenido padre, pero nunca ha querido defraudar a nadie.
Ahora, sin cadenas y sin red que la sujeten, no sabe cómo lidiar con su
independencia y su mayoría de edad. No sabe qué hacer cuando le piden que dé
una fiesta en casa, pero menos todavía cuando Julio, un completo desconocido,
es invitado a la fiesta por una amiga.
Julio resultó ser el hombre perfecto. Alto, atractivo, educado y formal pero
con un fondo de chico malo, y con la capacidad de dejarla descolorada. Pero
diez años mayor que ella. Su mundo patas arriba, así se sentía el universo de
Clara.
Ahora se veía aventurándose en una relación de pareja con un arquitecto que
tenía una banda de rock en su tiempo libre. Se veía “dueña al mando” de su
casa, y con las riendas de su destino. Pero la universidad no empezaría hasta
Septiembre, y aún eran finales de Junio. Tenía todo el verano hasta que
volviese su madre. Todo un verano para saber qué hacer con Juan, con su vida, y
qué implicaciones tenía ser adulta.
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