Era apuesto, mayor y reservado.
Supe que me traería problemas desde el momento en que nos miramos mutuamente.
Nos conocimos en el trabajo, en mi primer día como barista.
Él sonrió, yo me derretí… luego probó mi café y lo aventó.
Luego de nuevo, y al día siguiente, y al siguiente.
Odiaba el café, pero aún así volvía.
Descubrí su juego.
Tildó a mi café de «muerte en una taza».
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