Las
chispas se encienden y los ánimos se caldean cuando un planificador de bodas
sexy y optimista traslada su negocio al otro lado del pasillo de la consulta de
un abogado de divorcios abandonado.
'Mira
listillo. Es la última vez que te recuerdo que has incumplido el contrato de
alquiler. Si hay una próxima vez, no pararé hasta que tú y tu mierda de boda
blanca con volantes sean expulsados de aquí. ¡¿Entendido?!'
Wylde
miró a los ojos doloridos de Jacob y respondió con su voz profunda. 'Sí,
abogado. Lo comprendo'.
Desde
el instituto hasta que se convirtió en un abogado de éxito, Jacob Snowden
estaba convencido de que el amor se la tenía jurada. 'Todos se fueron', eran
las palabras por las que vivía.
Su
madre, su novio del instituto, su padre y su prometido, todos dejaron a Jacob
justo cuando sentía que era seguro bajar la guardia. Pero ya no. Jacob es un hombre decidido,
capaz de mantener a la gente a distancia. Si su metro ochenta y cuerpo de
militar no asustaba a la gente, su ceño fruncido permanente seguramente sí. A
sus casi cuarenta años, Jacob no tenía vida social, pero se decía a sí mismo
que su trabajo lo llenaba.
Ayudaba
a la gente a salir de sus matrimonios sin amor. Jacob Snowden era uno de los
mejores abogados de divorcios de la costa este y estaba muy orgulloso de ello.
Así que imaginen su desdén cuando un organizador de bodas se mudó a la oficina
contigua a la suya... un organizador de bodas masculino.
Wylde
Sterling se había hecho un nombre en su ciudad natal de Roanoke, Virginia,
trabajando para una empresa de organización de bodas que atendía a la élite.
Era conocido por su encanto y su gusto impecable. Sí, era increíble dando a las
parejas la boda de sus sueños. Pero lo único que quería era organizar la suya
propia. Después de fracasar en el amor más veces de las que se atrevía a
admitir, Wylde decidió abrir su propio negocio en una nueva ciudad, con la
esperanza de que Richmond le permitiera empezar de nuevo. Las cosas empezaron
de maravilla, hasta que empezó a hacer enfadar al malhumorado abogado de
divorcios de al lado.
Wylde podía ver más allá del ceño fruncido de Jacob, sabiendo que había una razón para ello. Era su mecanismo de defensa, su forma de mantener a la gente alejada. Todo en Wylde le decía que se mantuviera alejado, pero creía que Jacob sólo necesitaba conocer a un hombre que hubiera sufrido tanto como él.
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