La primera carta llegó el día que mi marido fue enterrado. Tenía matasellos de la penitenciaría del estado y contenía una sola frase:
Esperaré eternamente si tengo que hacerlo.
Estaba firmada por Dante, un hombre al que no conocía.
Por simple curiosidad, respondí su carta para preguntarle qué estaba esperando exactamente. ¿Su respuesta?
A ti.
Le dije al hombre misterioso que se había equivocado de chica. Dijo que no lo había hecho. Le dije que nunca nos habíamos conocido, pero dijo que me equivocaba.
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