Uno pensaría que mil millones de dólares, un equipo profesional de hockey sobre hielo y una mansión de seis habitaciones en el paseo marítimo satisfaría a un chico. Falso. Durante siete años, Rebecca ha iluminado mi oficina con su ingenio y su sonrisa. Ella dirige tanto mi equipo de hockey sobre hielo como mi cordura. No sé cuándo empecé a despertarme por la noche anhelándola. Todo lo que sé es que una bocanada de su perfume arruina mi concentración. Y su risa me pone duro.
Cuando Rebecca se lastima, intervengo para ayudar. Es lo que hacen los amigos. Pero lo que los amigos no hacen es arrancarse la ropa el uno al otro para pasar una noche salvaje juntos.
Ahora me está evitando. Ella dice que somos demasiado diferentes y que nunca puede volver a suceder. Entonces, ¿por qué no podemos quitarnos las manos de encima?
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