Cuando acepté el trabajo, jamás imaginé que mi nuevo jefe sería el chico que
marcó mi adolescencia. Aquel que nunca me vio realmente, por ser una chica de
curvas generosas, que me etiquetó sin conocerme y que, sin saberlo, dejó una
huella en mi corazón.
Ya no soy la misma de antes. He aprendido a valorar quién soy, a reconocer mi
fortaleza y a no permitir que nadie defina mi valor. Pero él… él sigue siendo
el hombre de mirada intensa y sonrisa capaz de derribar defensas, aunque ahora
es más reservado y parece cargar con heridas que no existían en el pasado.
El destino nos puso de nuevo en el mismo camino, y aunque mi razón insiste en
que mantenga la distancia, algo en su forma de mirarme despierta preguntas que
no sé si quiero responder.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario