Usé el sexo para ayudarme a olvidar. Para ayudarme a adormecer el dolor. Porque
durante esos pocos minutos de placer, podía cerrarme a todo. A los recuerdos de
todo lo que había perdido. De todo lo que había soportado. De todo lo que vi
morir ante mis ojos. Me acosté con un hombre que no puedo quitarme de la
cabeza. Se suponía que era algo de una sola vez sin apegos ni compromisos. No
se intercambió ningún nombre ni ningún número de teléfono. Y estuvo bien para
mí... hasta que me quedé despierta por la noche, soñando con la caricia de ese
hombre. Deseando y anhelando sentir su toque una vez más. Pero un día, mis
fantasías de ver a ese hombre de nuevo se volvieron una realidad en una
pesadilla que consumía demasiado. De repente, está en mi casa, y esa sonrisa
engreída de él promete en silencio más por venir. ¿Y la razón de eso? Su padre
se va a casar con mi madre. Vamos a ser una familia. Estoy en los siete
círculos del infierno. Su mirada solo consume mi alma y me hace suplicar por
más. Me desea y está decidido a atraparme. Soy su obsesión, y me he convertido
en esclava de su enamoramiento... de los juegos que le gusta jugar. De los
juegos que sabe me harán rendirme a su voluntad. Pero ese no es el único
problema. Esa no es la única razón por la que vivo en mi propio infierno
personal. El año anterior a conocer a mi futuro hermanastro, Hunter ... El año
en que tomé la decisión de acabar por destruir mi alma... Perdí mi virginidad
con el padre de Hunter.
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