Llegué, la vi, la quise.
Cuando puse los ojos en Milana, supe inmediatamente que tenía que tenerla. No
me importaba que tuviera que ir a una cita con otra persona. Ni siquiera me
importaba si tenía que fingir que era dicha cita a ciegas. Sabía que ella me
pertenecía y la tendría aunque el mundo entero estuviera en mi contra.
Llegó, me vio, me quiso.
He tropezado mucho en mi vida. Mi segundo nombre debería ser “upss”.
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