De vez en cuando, uno necesita alejarse de todo.
Yo era una mujer al borde, sacudida y destrozada después de una ruptura que parecía que había destrozado mi mundo.
Mi mejor amiga, enferma de verme ahogar en la miseria y melancolía, me acosó hasta que accedí a ir con ella a un retiro de una semana en el desierto.
Prometió días de unión y contactos con nuestras malvadas internas. Se suponía que era todo sobre nosotras dos haciéndonos ásperas y hacerlo con lo mínimo. Me aseguró que íbamos a ser empujadas a nuestros límites de maneras que eran inimaginables. Ninguna de nosotras podría haber adivinado qué tan correcta estaba ella.
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