Poco podía imaginarme aquella mañana que una nueva paciente sería quien daría un giro a mi vida.
Clara entró con fuerza en mi consulta, haciendo la petición más sorprendente que me habían hecho nunca.
Una simple cena, su alegría y ese coraje que llevaba por bandera bastaron para cautivarme.
Le mostré mi lado más tierno, también el más oculto, y la quise conmigo para siempre, pero las piedras en el camino fueron otros quienes nos las pusieron.
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