Me ponía de los nervios incluso antes de que llegara a la
ciudad con su sombrero de vaquero, su sonrisa de diablo y su acento sureño. En
parte porque no podía evitar verlo como una amenaza. Era el hermano de mi mejor
amigo y, lo que es más importante, el tío de Teddy, un chico especial que había
sido la luz de mi vida durante años.
Teddy no podía estar más emocionado por la visita de su tío. A mí... no tanto.
No importaba lo intensa que fuera la química entre nosotros cuando nos
conocimos, o lo mucho que se me encogiera el pecho al verlo, no importaba lo
fácil que me atrajera.
Por lo que a mí respecta, podía volver a su armario de Georgia, preferiblemente
antes de que perdiera la cabeza y tuviera que librar una guerra contra el
hombre que, de algún modo, se había metido en mi piel.
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