El lobo plateado cree que soy su presa.
Los metamorfos conejo y los hombres lobo han tenido una tregua durante siglos.
Nuestra madriguera suelta a tres de los nuestros en el bosque en Pascua para
ser cazados, para ser masacrados como la presa que somos. Luego, los lobos nos
dejan en paz el resto del año. Cuando me seleccionan como sacrificio para esta
retorcida tradición, me niego a ser otra víctima. Todo lo que hace falta es una
cabaña abandonada en el bosque, un hacha vieja y que los lobos desprevenidos
piensen que soy un blanco fácil como todos los demás.
El lobo plateado es el único que no me subestima. Tengo la suerte de que cuando
lo huelo... entro en celo, y su bestia interior me elige como compañera.
Lástima que nos queramos muertos el uno al otro.
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