domingo, 18 de julio de 2021

El renacer de Roman – Kris L. Jordan

  

Había sido mi fiel compañero en los últimos días. Su aroma a vainilla

seguía presente e impregnado en todos los cojines del sofá.
Desnudos, besándonos con una necesidad casi inhumana, mi pasado había
vuelto para dejar sobre mi cuerpo una nueva cicatriz. Sus besos, con sabor a
hiel, eran mi más ansiada droga. Su lengua rosada y anhelante, buscaba y
luchaba ferozmente contra la mía que, sin miramientos, respondía de la
misma forma enfermiza.
El vaivén de sus caderas sobre mi polla era la perfecta banda sonora para
nuestro último encuentro, donde el único beneficiado de toda esta locura
irracional era mi cuerpo traidor.
El sabor de su piel era tal y como mi lengua lo recordaba. Sabía a sexo, el
mismo que desprendía cada poro de su piel.
Sus caricias seguían teniendo el mismo efecto de siempre. El vello de mi
cuerpo se erizaba con cada roce. El contacto de sus manos en mi torso hacía
que perdiera el control sobre mi cuerpo.
La obsesión y el deseo maníaco que tenía justo en ese preciso instante por
hacerla mía me habían hecho perder la partida. Esa enfermedad con nombre
de mujer acababa de marcar de nuevo un antes y un después en mi vida,
haciendo resurgir esa necesidad imperiosa por volver a perderme en su
interior.
Siempre que regresaba era para joderme en todos los sentidos. Había
conseguido meterse en mi piel, en mi cabeza, y como no, hasta en mi cama.
Estaba marcado por ella, y gracias a ella, acababa de perder lo único que me
importaba en la vida.
Sus puños contra mi pecho o el fuerte tortazo contra mi mejilla fueron
dolorosamente dulces, pues este sería el último recuerdo que tendría de sus
manos sobre mí.

 

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