Mi primer amor me arruinó.
Mi
segundo amor me salvó.
Solía
creer en lo bueno y en lo malo.
Solía
creer en renunciar a todos los demás.
Pero
ahora mi marido ya no es el hombre con el que me casé.
Y el
hombre que me quitó mi cuento de hadas quiere devolvérmelo.
El que
me rompió se ha convertido en mi salvavidas.
El que
me curó se ha convertido en mi toxina.
¿Qué pasa cuando “hasta que la muerte los separe” se convierte en una sentencia de por vida?
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