Apodada La Dulce Abelli por su naturaleza dócil, Elena sonríe en el momento justo y tiene una respuesta encantadora para todo. Ella es la hija favorita, la perfecta principessa de la mafia... o era.
Ahora, todo lo que puede ver en el reflejo del espejo es sangre
manchando sus manos como pintura carmesí.
Dicen que las primeras impresiones lo son todo...
En las turbias aguas del inframundo de Nueva York, la
hermana de Elena está dispuesta a casarse con Nicolás Russo. Un Made Man, un
jefe, un tramposo, incluso comparado con los estándares de la mafia. Su
reputación se extiende por todas partes y es más oscura que sus trajes y
corbatas negras. Después de que su primer encuentro con ella termina con una
mirada accidental de su parte, se da cuenta de que es tan grosero como guapo.
No le gusta el hombre ni nada de lo que él representa,
aunque eso no impide que su corazón palpite como la lluvia contra el cristal
cuando él está cerca, ni el escalofrío que recorre su espina dorsal ante el
sonido de su voz.
Y siempre está cerca. Diciéndole qué hacer. Haciéndola
sentir más caliente de lo que cualquier futuro cuñado debería. Elena puede ser
La Dulce Abelli en el exterior, pero está empezando a aprender que le gusta la
oscuridad, las manos ásperas, los cigarrillos y los ojos color whisky. Sin
embargo, habiendo escapado ya de un escándalo, difícilmente puede permitirse el
lujo de verse arrastrada por otro.
Además, aunque fuera suyo, todo el mundo sabe que no te enamoras de un Made Man… ¿verdad?
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